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sábado, 31 de enero de 2015

Quizás encontré la dirección, pero perdí el norte

Estaba en medio del bosque, y no sabía como escapar de él. El viaje de mi vida seguía, y yo no podía fenecer allí. Quedaba mucho por recorrer y andar. Las fuerzas flaqueaban. Y allí sólo se atisbaba oscuridad.

Pero, cuando menos lo esperaba, apareció ella. Mi ninfa. La única. Se atrevió a hablarme, pese a mis harapos. Se atrevió a caminar conmigo, pese a los senderos por los que pasé. Se atrevió a confiar en mí, pese a mi pasado. Se atrevió a quererme, pese a su frialdad. A todo se atrevió, por y a pesar de todo. Mi camino poco a poco se esclarecía, las zonas mas tenebrosas del bosque quedaban atrás, pero ella seguía allí. Y de repente, cuando ya salí del bosque, ella abandonó su coraza, el bosque que la amparaba, y proseguimos mi camino juntos. Nuestro camino a partir de dicho momento.

Y fue mía. Y fui suyo. Y fuimos nuestros. Y así, a partir de ahí, el viaje seguía por bellos y luminosos paisajes. La luz abundaba en el cielo y en nuestros corazones. Me esforzaba muchísimo por ella, porque la quería a rabiar. Y ella lo intentaba corresponder, pero su frialdad se lo impedía, lo que me generaba impotencia a rabiar.

Y rabia sentí cuando la ninfa se despidió. La síntesis de mi calidez con su frialdad generó un contraste térmico que acabó por agobiarla. Y ahí me dejó. Me hundí. Me sentí desamparado. Me sentí impotentemente rabioso. Me sentí rabiosamente impotente. Era el adiós. Antes de ella estaba sumido en la oscuridad. Y no quería volver a dicha oscuridad. No.

Pero yo la quiero. Ella me quiere. Nos queremos. Y lo sé. Y lo sabe. Y lo sabemos. Yo lo pasaba mal, obviamente, pero ella igual de mal o peor. Porque se despidió queriéndome. Y no hay peores te quiero que los que no se dicen en voz alta. Y ella ya no podría decirlos. Es duro. Me cuesta. Le cuesta. Nos cuesta. Yo voy hacia una dirección por el sendero, y ella retorna en la dirección opuesta. Y opuestas también son nuestras maneras de actuar, de cicatrizar, de sobrevivir. Yo recurro a la búsqueda de otra ninfa que me ilumine el camino. Ella quiere volver a la coraza de su bosque. Y no soy malo por buscar a otra ninfa.

El camino sigue. Y sé que sin apoyos, mis fuerzas decaerán. Y sé que podría apoyarme en la amiga brisa, o en el familiar sol, pero por muy perfectos que sean, no me completan. Necesito a mi ninfa. Pero ella ya no es mía. Y me es hostil. Piensa que no la quise por estar buscando a otra ninfa. Piensa que la utilicé para salir del bosque. Y se equivoca. Y llora. Y quiere ser fuerte. Le cuesta tanto o más que a mi. Ella me esquiva a mí, pero habla por las noches con mi gran sombra, sombra con la que la obsequié en su día. Me duele verla así. Nos dijimos cosas feas al terminar. Yo me arrepiento. Y quiero creer que ella también.

Podrá haber otras ninfas en mi vida, pero ninguna ocupará su lugar. Podré querer a otras, pero no dejaré de quererla a ella. Podré avanzar miles de kilómetros en el camino, pero no olvidaré los que fueron recorridos con ella. Porque me hizo feliz. Y me quedo con esos momentos idóneos. Y no lo niego, ya he conocido a la que pudiera ser la futura ninfa, pero eso no quita que no duela. Todo lo contrario. Duele. Mucho. Sólo quiero volver a estar iluminado. No pido tanto. Sé que no lo comprendes. Sé que tú no estás buscando a otro a quien acompañar en tu viaje. Pero esto es derivado de mi calidez y tu frialdad.

Quizás no debí ser tuyo. Quizás no debiste ser mía. Quizás hubiese sido mejor que quedase todo en una sencilla amistad. Sólo compañeros de viaje, no de sentimientos como también fuimos. Aunque si lo nuestro fue un error, volvería a errar. Porque te quiero. Siempre lo hice. Siempre lo haré.

Ahora sigo mi sendero hacia el norte, con mi búsqueda de una ninfa que me reconforte. Y tú retornas hacia el sur, a tu coraza, que no me permitirá entrar. Me hiciste encontrar la dirección norte, pero me hiciste perder el norte.

Espero que logres perdonarme por todo lo malo que pude hacer. Ahora solo busco sobrevivir, y que sobrevivas. Ambos no son muy compatibles. Puede que ahora esté siendo algo egoísta. Y perdónamelo. Es el miedo lo que me hace actuar anteponiéndome a mí. El miedo a sumirme de nuevo en la oscuridad. Pero te quiero. Espero que lo superemos y que en un futuro podamos volver a ser compañeros de viaje. Y espero que logres sobreponerte a todo esto, porque te mereces todo lo bueno y más.

No ha sido un final feliz, pero porque no existen los finales felices. Aunque quizás fue lo mejor, ya que tu mirada ya no brillaba,

ya no lucía.

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